miércoles

Almas

Lunes. Camina por la calle, pero no tiene prisa. Sus ojos curiosos ante todo lo que le rodea delatan que no conoce la ciudad. Mira, toca, siente el lugar, se empapa de gestos, costumbres, sonidos, canciones. Y sonríe, y sigue andando, y mirando, y soñando.

No sabe que, al otro lado de la calle, hay alguien que la observa. Atento a sus gestos, a sus miradas, su mirada avanza conforme ella camina, y sonríe con ella. Mira cómo cae su pelo castaño en cascada bajo sus hombros, cómo se mueve al compás del viento, caprichoso, lento, suave, se deja llevar.
No hay duda, es ella.
Es inconfundible su presencia, su aura de colores brillantes, su esencia, ese movimiento de caderas al andar, esa sensación de serenidad, de frágil tranquilidad, que deja al pasar. Ese gusto dulce primero, amargo después, cuando la ves marchar.


La chica desaparece por la esquina, aún con las ganas de conocer, de vivir. Y él sonríe. Y de nuevo ese gusto amargo inunda su boca, y baja hasta llegar a su corazón. Escalofrío.
Y entonces se pregunta qué hace ella aquí, después de tanto tiempo, y peor, si aún se acordará de él. Y el miedo, como siempre, le corta las alas y le impide volar, arriesgarse, correr tras ella.

Viernes. Cinco días, cuatro noches en la ciudad que no duerme, soñando con esos ojos verde esmeralda que le recuerdan a todo, y a la vez a nada. Ella camina de nuevo, y piensa, y sonríe a la gente al pasar. Y de pronto, allá al fondo, suena una música. Y ella se acerca, sus piernas corren hacia el sonido, y la gente se gira a mirar a aquella chica que corre sola, tan joven, tan frágil por la calle, sin importarle nada. Una música, un tango, y de repente se ve agarrada de la mano a alguien que también quiere unirse a ellos. Y no duda, no piensa, se deja llevar por el momento, y de nuevo su sonrisa, su pelo al compás de la música que lleva el viento, y de repente mira al chico que tiene delante. Ojos esmeralda. Y sigue mirando, y no cabe duda. Él se da cuenta, y también la mira.

- Pero por qué....
- Pero cuánto...
- Qué ha...aquí...yo....

Las palabras no le salen. Quiere preguntarle si es él, si realmente es aquel chico que desapareció de la noche a la mañana sin dejar rastro, llevándose con él parte de su corazón. Y no tiene nada que reprocharle, no era su novio, no era nadie, pero era el chico por el que ella habría dado todo y más.
Quiere gritarle, qué haces tú aquí, en esta ciudad sin nombre, quién eres, dónde has estado, y sobre todo por qué. Un por qué enorme, con mayúsculas, sentido, con sabor a desamor, a lágrimas, a esperanzas rotas, desgastadas por el tiempo.


Y él la mira. Y entonces sonríe. Y le tapa la boca con la mano, suave. Y clava esos ojos verdes que le piden perdón, y le responden a todo eso y más, tenía miedo, de ti, de eso que llaman amor, de ese sabor amargo al verte marchar. Y me fui, huí... Todo el mundo se equivoca, pero yo he vuelto, y eso es lo que cuenta. Todo eso le dicen sus ojos, y ella se pierde en sus palabras, en su mirada.
Alguien la pisa pero no le importa, porque ya no escucha la música, sólo los latidos de su corazón, que vuelve a latir como antes.

Y, sin soltarse de la mano, corren, sonríen, se buscan, como niños, como adultos, como sólo ellos saben. Y se escapan, dos almas anónimas en medio de la ciudad sin nombre.



2 comentarios:

Unknown dijo...

PRECIOSO ... CASI EL MISMO TEMA QUE EL MIO ^^

angiealgora dijo...

Me encanta tía.