miércoles

Músico de guardia

Cuando quise darme cuenta de que contigo significaba sin mí
ya era tarde.
No hacían falta ya calles con tu nombre en la ciudad del viento,
ni besos en verso, ni kamikazes enamorados.
Para eso, ya estaba yo.
Porque tú eras uno de esos ochomiles imposibles,
la cumbre de todos mis Himalayas,
El techo de mi mundo.
Yo, subiendo con oxígeno mientras tú, como siempre,
lo hacías todo a pelo.
Describías sin saberlo círculos perfectos sobre mi cabeza, 
incluso mucho tiempo después de creer, pobre de mí,
que te había olvidado.
Cómo olvidar la luz bañando tus esquinas, 
donde esperaban su turno cada noche las putas manos de siempre.
La brisa trazando curvas hacia tus precipicios,
escapando del abismo de nuestras noches en vela,
de las canciones que rasgaban tu garganta dormida.
Es curioso, porque nunca supe hacer música, 
pero sí aprendí a tocarte a ti.
Qué envidia me llegaron a dar
todos esos músicos de guardia de Madrid.
Aunque ninguna guitarra gemiría nunca como tú.
Llévame a ver salir el sol, me decías.
Y yo, siempre, siempre,
acababa poniéndome entre tus piernas.

1 comentario:

Raquel Cabest dijo...

¿Cómo escribes tan bonito y yo cómo llego tan tarde a conocerte?
Me encanta :)

Un beso!

Vérsame en tu boca