miércoles

Río, lloro, deshago nudos demasiado grandes y acabo perdiéndome en los ángulos muertos de miradas que se clavan. Cabezas, cuerpos de alfiler que se pinchan sin freno, sin temor al dolor.

Después, caigo sin remedio en el vacío insuperable de mis cromatismos, buceo entre los sentidos perdidos, y yo me pierdo, y pierdo la conciencia y la poca verguenza que aún me acompañaba.

Escalo, una subida por las curvas de la guitarra que una vez fue un cuerpo sin explorar, mis sentidos duermen, el hambre despierta, hambre de sensaciones nuevas, ansiosa amapola que se abre al sol, roja, frágilmente cubierta de la escarcha de besos robados en un atardecer también rojo.

Busco las pequeñas piezas del puzzle que una vez fui yo entre las sombras verdes, y azules, y negras de nuestro paisaje cubista, y busco el camino, que ha quedado cubierto de cristales de colores.

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