viernes

Olor a sal.

Huele a sal. Te encanta andar por la playa, perderte entre los cromatismos de la naturaleza, llevar la vista más allá del azul del mar, donde casi se fusiona con el color del cielo. Y el color dorado de tu piel contra la arena, y las rocas grises, y el olor a crema, y a mar, y a sol en tu pelo.

Te gusta sentir la arena mojada entre tus dedos cuando escribes distraida en la orilla palabras secretas, y ver cómo segundos después, el mar se encarga de borrarlas y guardarlas para sí, como un pequeño cofre de los secretos.

Ni siquiera te importa que las olas lleguen hasta ti, ahí sentada en la orilla, mojándote y llenándote de arena, ni que el agua esté tan fría que la sal se quede pegada a cada poro de tu piel en miles de pequeños escalofríos cada vez que el mar te alcanza. Nunca creíste posible seguir aquí, paseando sólo contigo y tus pensamientos de la mano, sentir el placer de la libertad, y sonreir y seguir andando cuando se pone a llover en una de esas tormentas tontas de verano, limitándote a disfrutar de cada segundo.

Por las noches, salir a la terraza, apoyarte en la barandilla y tratar de no pensar en nada mientras te pierdes entre los millones de estrellas que salpican el cielo negro. Escuchas el mar, tu piel se deja mecer por las olas, navega entre la arena y las rocas, miras el cielo como si nunca más fuera a amanecer, como si fueras a permanecer ahí, colgando entre las estrellas en el vacío, para siempre.

1 comentario:

María dijo...

Acabas de describir me vida perfecta. Así quisiera poder vivir yo para siempre. Adoro el mar, el sabor y el olor de la sal en la piel... No hay nada que me guste más.