¿Y qué más da cómo llegaste hasta aquí?
Sólo mírate, siente la tierra bajo tus pies, respira. Hondo, más aún. Explora cada uno de los pequeños detalles que te rodean; al fin y al cabo, eso es lo que siempre queda, los detalles. Un beso, una sonrisa más larga de lo normal, una mirada, ese gesto, un olor. Toda una vida llena de sensaciones y pequeños milisegundos que nos hacen felices.
Sonríes, antes creías que todo eso no eran más que tonterías. Y sin embargo ahora mírate.
Aquí, de pie, tan pequeñita en medio de ninguna parte, perdida cerca y a la vez tan lejos de todo.
El sol quema tus ojos claros y baña tu piel, mimetizándola con el tono dorado del atardecer entre montañas. La brisa baila con tu pelo y todo parece hecho justo para ti, sólo para ti.
¿Qué más da quién eres? Aquí dejas todo a un lado, las lágrimas, los escalofríos y los recuerdos que duelen demasiado, y pasas a formar parte de la naturaleza. Te conviertes en una pequeña parte de esas rocas inmensas que te rodean. Subes hasta el cielo y las lágrimas que aún quedaron escondidas en alguna parte caen en forma de esa fina lluvia que poco a poco va calando en la tierra y hace surgir los brotes verdes. Viajas con el viento y escuchas los secretos mejor guardados en los rincones más recónditos.
Y ahora, tapándote con esa camisola de colores que tanto te gusta, echas a andar de nuevo, sin volver la vista atrás, y te vas por donde viniste, tu casa, tu gente, tu vida.
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