domingo

Segundos para dos

LLaman a la puerta. Ella se acerca, despacio, arrastrando los pies. En realidad ya sabe, por esa forma de llamar, quién está ahí, esperando de pie, a sólo unos pasos y a la vez tan lejos, su corazón se lo ha dicho.
Abre la puerta. Dedos que se agarran fuerte, muy fuerte, al marco de la puerta, hasta quedarse blancos, labios vacíos, sin saber bien qué decir, que ven cómo las palabras huyen de ellos desesperadamente.
Ella se cierra la chaqueta y aprieta fuerte, en un intento estúpido por evitar que el corazón se le salga del pecho, en un intento estúpido de aparentar que todo es normal.
Él siente ganas de abrazarla, tal vez tenga frío, por eso se tapa, seguro. Siente ganas de cogerla y no soltarla, de agarrarse a ella hasta que sus nudillos pierdan el color, hasta que él mismo pierda la conciencia del tiempo. Siente ganas de tantas cosas... pero no.

 Y, como si fuera la primera vez, ahí se quedan, en la puerta, ella apretando fuerte la chaqueta, él apretando fuerte los nudillos.

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