jueves

Latidos

Silencio. Oscuridad. Escalofrío. ¿Quién soy? No consigo recordar cómo he llegado hasta aquí. No oigo nada más que el latido de un corazón, suave, pausado. Rojo, tan rojo y lleno de vida que parece querer salirse de allá donde esté. A veces lejos, a veces peligrosamente cerca.
Sigo sola, con él.

Extraña intimidad, nunca me había parado a escucharlo de esta forma. Los latidos se amplifican en mi cabeza, parecen querer hablarme en su particular idioma, pero siguen resultándome encriptados, como en un lenguaje que, aunque debería conocer, jamás escuché antes. O al que simplemente no presté atención.

Cállate, déjame. O tal vez no. Si el pausado latido deja de sonar, corro el peligro de quedar sumida en el silencio, un silencio que aprieta hasta ahogarme entre los pensamientos, que no se atreven a salir en voz alta, que callan por miedo a romper el frágil equilibrio que los rodea.

Yo también quiero cerrar los ojos, y al abrirlos, no saber si piso el suelo
o es el cielo lo que se extiende bajo mis pies.

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