Rara

Es todo lo que se me viene a la cabeza.
Un papel en blanco, y en el centro, van escribiéndose lentamente todos los sentimientos que me invaden, uno a uno. De colores, cambian de forma y de dirección, como si quisieran salir del papel y llevarme con ellos. Cosas alegres, tristes, amargas, recuerdos que ponen mi piel en guardia, olores que despiertan mis sentidos más de lo que deberían, roces, choques, respiraciones alteradas al compás, pensamientos que cruzan rápidos y desaparecen sin dejar rastro.

Una sola palabra pronunciada por unos labios silenciosos. Rara.
Rara porque me encanta el sol y me pongo triste cuando las nubes lo esconden de mí, y porque me encanta esconderme tras unas Wayfarer y observarlo todo, hasta el más mínimo detalle, y esconderme de todo y de todos, e incluso de mí misma. Sentarnos en un banco, enterrar los relojes y ver pasar a la gente, e inventarnos sus vidas, imaginarnos a dónde van y de dónde vienen, o perder el tiempo sin más, en conversaciones que me hacen sonreír.

Porque escucho canciones que sé que me autodestruyen y me traen malos recuerdos, o tal vez buenos, pero sólo eso, recuerdos. Porque Z. no es precisamente algo que escuchar cuando quieres dar saltos de alegría, y porque, en el fondo, creo que me siento irremediablemente atraída por esos pequeños breaks de autodestrucción pura y dura, de manta y chocolate y lágrimas de sal. Porque los ritmos suaves y la voz dulce me calma, me atrapa en una seguridad de la que ya no quiero salir, pero que me deja caer con los últimos acordes, y de nuevo, una habitación gris llamada soledad.

Y porque simplemente sé que arrancando el papel de esta pequeña habitación de humo estaré de nuevo ahí, con las pequeñas personitas que componen este mundo, mi mundo, y que por verme feliz son capaces de todo. Y eso me recuerda que, aunque a veces se me olvide, no es tan difícil volver a sonreír.