viernes

Aviones

Es como la brisa del mar. Como un avión de papel en manos de un niño, con una frase escrita. Emborronada, nadie puede comprenderla, más que la pequeña manita que la escribió. Sólo el lapicero que trazó esas palabras sabe exactamente lo que significan.

Es como un lenguaje secreto, implícito; para descifrarlo, hace falta un diccionario de todo aquello que no se dice, echar a volar y llevarse consigo la imaginación, cerrar los ojos y ver más allá de lo que siempre habíamos dado por hecho.

Un perfecto soplo de viento eleva lentamente el pequeño avión, que vuela ahora, inseguro al principio, elegante después, y va subiendo, y sube, y pasa junto al humo de los cigarrillos apagados, sobrevuela los deseos, los pensamientos más profundos de quienes están ahí abajo, taladrándolo con la mirada, preguntándose cómo algo tan pequeño puede estar ahí, tan arriba, y provocar la mágica risa de un niño.

Sobrevuela las preguntas sin respuesta, se inestabiliza ante las nubes de felicidad y las de tristeza, pero no se detiene. Y mientras, ahí abajo, cada vez más pequeño, el tiempo parece detenerse. Todos miran al cielo fascinados, y se hacen una misma pregunta: ¿cuál será la frase escrita en el pequeño avión de papel?

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