lunes

Columnas de humo

Ligera, como el humo blanco que asciende, rasposo primero por mi garganta, suave después, bailando con el viento en una danza secreta que nos eleva hasta el cielo y más arriba, donde una vez estuvieron las estrellas que veía junto al mar en esas noches de canciones, mantas y lágrimas de alegría bañadas en sal.

Desorientada, buscando una llave que encaje en las mil puertas que quedan aún por delante, ocupando el lugar de todas las que ya se fueron cerrando. En una mano las llaves; en otra, el corazón.


Viva, sintiendo escalofríos al roce con el viento, que me trae el olor de tus labios, y luego se marcha de nuevo, llevándose tu silencioso recuerdo.

Siento frío, miedo, calor, un millón de sensaciones. Intento sacarlas, pero están demasiado adentro, y duele. 

El cielo negro se rompe en mil pedazos entre mis dedos, esperando un día de sol que parece estar escondido en algún lugar del calendario, lejos, muy lejos de febrero, de ti, de mí.

Suena una canción desnuda en la que sobran las palabras, que pasan de largo sin rozarnos, como las nubes blancas de ahí arriba. Tú me coges, yo bailo, te rozo, tú bailas, y se convierte en la canción más preciosa del mundo. Y así, abrazados, decimos adiós a las nubes, a las palabras, bailando entre columnas de humo, perdidos al amanecer.

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