domingo

Silencio

Cierra los ojos. Presta atención. Y otra vez.... suspira. Nada. Absoluto silencio ahí afuera. No se oyen voces, ni siquiera el frío viento de otoño mece ya las hojas que aún resisten en los árboles... Un silencio tan profundo que le desgarra el alma, y trata de aislarse del mundo tapándose con el edredón, pero sus esfuerzos no sirven de nada, sigue tiritando, buscando un sonido que le haga sentir que el mundo sigue en pie.
Sigue sin comprenderlo. Cómo puede sentir el silencio si aquí adentro algo le grita, y duele, duele tanto...
Está confusa. Nadie le enseñó a querer, pero siente que le falta el aire cuando lo ve acercarse.
Nadie le enseñó a olvidar ni a soportar el dolor, pero definitivamente ha tenido que aprenderlo sola.

Y ahora, ahora qué, se dice. Suspira, una vez, dos, y se siente incapaz de valorar. Quiere seguir adelante, pero sus pies ya no quieren o no saben caminar, y al final siempre se queda parada ante la última piedra con la que tropezó, y la mira esperando que desaparezca, que se haga tan pequeñita que ni siquiera se acuerde de ella cuando rebusque entre sus memorias, pero no lo consigue.

Pero ya todo le da igual, qué más da. Egoísmo, culpabilidad e hipocresía son palabras que suenan ya lejanas en su cabeza, y ni siquiera ahora mismo le importa estar ahí sola, no escuchar nada. Enciende su iPod y las canciones suenan acordes con su estado de ánimo, una tras otra; decepción, dudas y lágrimas se mezclan hasta formar sólo una.

Y repite para sus adentros. Ahora ya, qué más da.

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