domingo

The scientist.

El día que empezamos a huir
fue el mismo, tal vez,
en que empezamos a comernos
a besos
el miedo
mientras las ganas lo arrasaban todo
absolutamente todo
menos esos veinte centímetros de distancia
entre tu cuello y mi piel.

Lo decidimos una noche de luna llena
y copas vacías
de tanto bebernos
a lametazos
como si en la vida
hubiéramos probado nada igual.

No éramos más
que dos puntos suspensivos de más
colgando de un hilo
buscando el principio
para una historia
que no quería tener final.
Un cuento de versos en vena,
de noches en vela,
de penas
que terminan en sonrisas,
de trincheras improvisadas
en la esquina de un sofá.
De puntos y aparte...
y aparte tú y yo
solos
como si hubiéramos olvidado la manera
de pulsar el botón para poner en marcha el mundo.

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