Tenía por delante casi un mes, aunque este verano no estaba siendo tan caluroso como los demás. Así que colocó por un lado las fotografías, todas ellas, situadas en puntos estratégicos que la hicieran sonreir cada mañana al amanecer.
Escondió también las cartas, en el cuello de aquella botella de latón que nadie imaginó que aguardaría semejantes inquilinos, como en un cuento pirata reinventado de mensajes embotellados, y cada noche las desenrollaba, con cuidado, y volvía a leerlas, como si fuera la primera vez.
Por último, agarró bien fuertes las ilusiones, todas y cada una de ellas, y se dispuso a esperar. Hasta que los 1.000 kilómetros que suponía aquel mes de agosto se fueran disolviendo. Lenta, pero inexorablemente.
8 comentarios:
Martes, yo estoy en lunes aún :)
es una historia inconclusa, pero muy bonita por cierto, la forma en que lo describes me hace imaginarme las escenas :)
que bonito (:
Gran forma de escribir. Te hace soñar.
Un beso.
Me gusta lo que escribes,te sigo por aquí :)
Me gusta mucho como escribes, ¿te molestaría que te ponga en mi lista de webs para visitar?
Me encanta, no sé como he llegado hasta aquí pero ha merecido la pena por que necesitaba leer textos como estos... Me recuerdan a una historia que he vivido hace poco. Besos
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