Mis campanadas.

31 de diciembre.... Ya tocaba. En cierto modo, tenía ganas de dejar este año atrás. No me gusta ser nostálgica, pero si me pidieran una definición del 2010, todo lo que podría decir sería "dualidad", contrastes. Un poquito de lo mejor, y otro tanto de cosas no tan buenas. Dicen que la dualidad es algo que camina de la mano del ser humano, que siempre todo tiene dos caras.
2010 ha sido para mí, en resumidas cuentas y muuuuuuuy a grandes rasgos (tal vez demasiado), un invierno frío, una bonita primavera, un verano para olvidar, y un otoño con vientos de cambio.

Como con el paso de cada año, aprendí y descubrí cosas nuevas, me propuse sonreír más y llorar menos, intenté aprender también a caerme lo menos posible y, cuando fue inevitable, al menos a poner las manos al caer. Aprendí también que las personas vienen y van, pero los amigos, los que son de verdad, permanecen ahí, a tu lado, incluso cuando no quieres ni ver a nadie. Que las mejores personas aparecen en tu vida en el momento más inesperado en el día más insospechado, pero que llegan para quedarse y que poquito a poco se van haciendo hueco.

Todo lo vivido nos hace crecer como personas, y una vez más, simplemente me queda cerrar los ojos y prometer que cuando mire atrás intentaré quedarme un poquito más con lo bueno, con las pequeñas tonterías que me han hecho feliz. Con los besos, los abrazos, los gestos cómplices, las miradas que valen más que miles, que millones de palabras. Con los paseos, los días, tardes y noches de risas, de fiesta, de mantas o de lágrimas, pero que no dejan de ser mías al fin y al cabo.  Me quedo también con las personitas que, de una forma u otra, me tendieron su mano cuando más lo necesitaba, aun sin casi darse cuenta, y se rieron conmigo cuando hizo falta.

Así que sí... creo que debo dedicaros esto a todos los que habeis hecho que termine este año con una sonrisa. Que al fin y al cabo, es lo que más me importa.  

Feliz 2011 ;)