¿Sabes? Siempre odié tus moños. De verdad. Sigo odiándolos, de hecho. Creo que no podía soportar la imagen de tu cuello despejado y esos mechones rebeldes cayendo, livianos, atrapando tu rostro entre luces y sombras. Y la sensación de estar eternamente como recién levantada, como si salieras a cada momento de entre mis sábanas. Y creo que tampoco podía soportar que siguieras exactamente igual de guapa, o incluso más, con esos recogidos improvisados.
En realidad, creo que me gustaban tanto que, por mi propio bien, decidí empezar a odiarlos.
3 comentarios:
Me encanta... Cuántas veces nos habremos dicho que odiamos algo sólo para dejar de quererlo?
Un saludo :)
me encanta marta :)
(como todo lo que escribes)
:)
Muy intimista... me gusta :)
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