jueves

Le pidió que se quedara. No con palabras, sino peor aún, con gestos.

Vio cómo se daba la vuelta, cómo su melena ondeaba con la brisa de sabor a mar y cómo las florecillas de su fular se hacían cada vez más pequeñas hasta volverse invisibles en la distancia.

Vio cómo sus caderas repetían una y mil veces esa cadencia que conocía de memoria, pero ésta vez en el sentido contrario, sin sonrisas ni lágrimas.

Y, un segundo antes de ver desaparecer todo lo que una vez fue, para siempre, ocurrió.
En el momento en que pensó las tres palabras prohibidas, supo que estaba perdido.
"No te vayas"

2 comentarios:

Paula dijo...

Tres simples palabras... que lo pueden cambiar todo.
Me encanta el blog! Un saludo!

Anónimo dijo...

Un gesto, una mirada...a veces dice mucho más que las palabras ;)