lunes

Estrellas sobre papel

Estrellas pintadas sobre un papel... negro sobre blanco, tinta fluyendo lentamente hasta dibujar las puntas de una estrella simétrica, simplemente perfecta.

Si de algo me he dado cuenta, es de que los humanos somos caprichosos como el niño que quiere a toda costa la piruleta más grande de la tienda; buscamos la felicidad sin saber dónde encontrarla, como buscadores de oro que se dejan engañar por el brillo cegador del metal... y cuando lo tienen en sus manos y han renunciado a todo por él, descubren horrorizados que las apariencias engañan, y que no es sino una burda imitación lo que encontraron.
Somos injustos, caprichosos, nos dejamos llevar, como las olas movidas por el viento hasta la costa, que una vez rompen, vuelven al mar, en un ciclo que jamás se cierra. Qué mejor ejemplo que los niños. Cuántas veces, siendo críos, hemos deseado crecer, hacernos Mayores, sí, con mayúscula, de esos que van a un sitio llamado Universidad, que vuelven más tarde de la hora de cenar y mamá no les riñe, que llegan a todos los armarios sin tener que subir a una banqueta, nuestra fiel compañera, a la que ellos cambian por hombres guapos y altos que les acompañan a todas partes, que viajarían al fin del mundo por ellas, como aquel león llamado Willy Fogg de los dibujos animados... o por mujeres preciosas que sueñan y ríen con sus dientes blancos y perfectos, que maquillan sus labios de color rojo y se ponen tacones casi tan altos como la jodida banqueta, a juego con sus increíbles vestidos.
Y cuántas veces, una vez calzados los tacones y abandonada la banqueta, que se resigna a pasar el resto de sus dias en en cuarto de baño, esperando a que venga otro pequeño al que condenar, hemos querido volver a ser niños... Lentamente, mientras recordamos, una sonrisa va aflorando a nuestros labios sin darnos cuenta, suave y perfecta, exactamente igual a la que teníamos entonces, y que ya casi habíamos olvidado. Poco a poco, los recuerdos se van sucediendo en nuestra mente, como una de aquellas viejas películas de filmógrafo, en blanco y negro, con puntitos y la imagen acelerada... Qué inocentes, qué felices éramos, recuerdo entre las brumas del pasado. Ojalá ahora mi mayor preocupación fuera qué papel quiero hoy en el juego de papás y mamás, porque ayer me tocó ser la hermana pequeña y Fulanita no paraba de mandarme, o qué chocolatina coger a escondidas de la alacena de la cocina (siempre ayudada de mi banqueta, claro).
Sin embargo, ¿sabes qué? Recordar no es malo ... Somos lo que tenemos, nuestra esencia es aquella cría con una coletita en medio de la cabeza y un vestidito de repollo, sonriente y transparente, tan dulce como la piruleta más grande de la feria, que siempre deseaba y jamás terminaba de comer... Crecemos y maduramos, caemos y vovlemos a levantarnos, y aunque cada vez el suelo esté más bajo, hay que intentar poner las manos al caer para no chocar de bruces.

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