martes

Septiembre.

Que tu soplido me eleve por los aires, y yo no pueda, y no quiera, hacer nada más que colgarme de las hojas secas que vuelan, y poder echarles la culpa si acabo cayendo al suelo. 
Hojas crujientes, como el sonido de tus mandíbulas y tu respiración cerca de mí.
De color rojo, como mis mejillas cuando descubren tus miradas oportunamente indebidas. O verde, como el pañuelo de rayas tras el que escondo esa sonrisa que achina los ojos y, en realidad, aprovecho para hacerme chiquitita y esconderme entera. Y que me abraces. Sobre todo, que me abraces. Aunque sea otoño, y tenga calor, y después frío, y de repente salga el sol y nos cubra de color miel, y yo esconda el escalofrío que adorna mis hombros. 
Que tu mano me lleve a donde más te apetezca, o lleves tus manos donde te apetezca (será por geografía), y que el viento guíe mi melena sin peinar y terminemos en la estación, cogiendo un tren hacia cualquier otra parte.
Sí, la cosa va de estaciones. Porque, definitivamente, lo nuestro son las estaciones intermedias.

2 comentarios:

Marian dijo...

Estaciones intermedias... nunca está mal perderse entre el verano y el invierno, o viceversa.
Me gusta :)

Anónimo dijo...

"Que tu soplido me eleve por los aires, y yo no pueda, y no quiera, hacer nada más que colgarme de las hojas secas que vuelan, y poder echarles la culpa si acabo cayendo al suelo."

Preciosa entrada ;)